Sobre la ira cotidiana
El hecho de que la vida a veces parece un mar de tragedias no es algo nuevo, varios personajes lo notaron hace muchos años y tal parece que la situación no tiene pinta de mejorar.
El día de hoy tú y yo aunque nunca nos hayamos visto, despertamos, nos aseamos, desayunamos, trabajamos o estudiamos. Dentro de nuestra delicada rutina muchas cosas, por factores propios y/o ajenos pueden resultar en un evento poco favorable que nos pone en un estado de tensión y ansiedad o ira.
El resentimiento, la furia y la agresividad son emociones y situaciones naturales, tan natural como las deposiciones, pero si te dan ganas de defecar en medio de la calle no lo vas a hacer allí. Es lo mismo con la ira, ¿a quién le gusta convivir con una persona amargada, enojada o irritable? a nadie.
La ira, el resentimiento, te conduce a reaccionar de manera tipo hombre de las cavernas. A tomar decisiones apresuradas. Ten en cuenta que las personas que te rodean pueden estar tranquilas y mentalmente estables por lo tanto, claro que van a identificar tu reacción irracional.
Te creas un perfil. Tú y yo conocemos personas “enojonas“. Unas con más motivo que otras, porque hay situaciones en las que sinceramente no es posible no sentirse molesto, no te confundas aquí hablamos de situaciones vanas, sin mayor importancia. De cualquier manera es desgaste personal que te impide enfocarte en cosas más importantes y necesarias, lo que nos requiere una cada vez mejor manera de sobrellevar dichos momentos.
A todos nos pasa de vez en cuando por eso hay que ser capaces de identificar cuando la regamos.
Vamos poniendo un ejemplo: puede ser que tu novia, esposa, madre, padre sea una excelente persona y te tenga la comida preparada, la hizo con todo el cariño que te tiene por que te estima a pesar de que eres una bestia, llegas del trabajo o escuela, para variar enojado y le gritas por cualquier cosa tonta, porque alguien te ofendió (o te sentiste ofendido) más temprano. Estás agrediendo a esa persona sin deberla ni temerla. Como un berrinche a tus 20, 30, 40 y tantos años. No se trata de un “las traes” con las agresiones verbales o físicas, se trata de saber controlarnos, cortar esa intoxicante y decadente cadena de sucesos, discriminando de forma eficaz las cosas que valen la pena y las que no.
Es un problema también, cuando no te detienes a pensar en tus actos y sólo te enfocas en los de las demás personas. El no saber reconocer que a veces, tu eres igual de gandalla o mala copa que las personas de las que tanto te quejas.
No hablamos de no sentir ira o no enojarse. Se trata de no tener una hiperreacción, de no explotar por cualquier cosa.
Aléjate de este tipo de personas que sólo demuestran su volatilidad, su incapacidad de resolver problemas y si quedas atrapado entre ellas comprende que no tienes necesidad de entrar en una discusión pendeja que no te llevará a ningún lugar mas que a verte… ¿adivina cómo? “Dales por su lado” una persona tranquila, estable, segura de sí misma no necesita demostrar nada. Tampoco se trata de ser totalmente sumiso frente a éstas situaciones, hay ocasiones que existe un margen de acción, me refiero a que si alguien intenta agredirte con fundamentos bajos o nulos y puedes responderle de una manera inteligente, exponerlo en su estupidez de una manera educada, es válido para mí.
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